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En una exposición, en la Galería del BIV |
Conocí al Maestro (como yo le suelo decir a gente de talento sobrenatural), en la casa de su Señora, en la Urbanización Miranda. Resultó que una gran amiga y excelente talento venezolano con quién estudiaba en el conservatorio lo vio en un concierto y le dijo que estaba estudiando la Onda Nueva. Gentilmente le dijo estaba a la orden y le dio su tarjeta.
Se le ocurrió a mi amiguita, Mariana Romero entrevistarlo y pedirme que la acompañara. Y yo, que he tenido siempre en la cabeza a tanto genio musical que me hubiese gustado conocer -desde Mozart a Piazzola, Lauro, Pedro Elias Gutiérrez, Billo y demás- accedí gustosa.
Pues bien, como claveles estábamos en una tarde de sol tímido; el, un tanto pendiente de comer para acostarse a dormir.
De entrada sé que muchos cayeron en la trampa de creerlo pedante, pero yo lo percibí muy parco, técnico y preciso en sus ideas.
A esa edad -tendría unos 70 años- impresionaba su disciplina artística y rigor. Se acostaba cerca de las 7 de la noche para levantarse a las 2 de la madrugada e insertarse en el universo de la creación junto con su piano de cola.
Fué una conversación tan nutritiva como breve. Yo confieso haber enmudecido por la emoción de tenerlo tan próximo, tan accesible dentro de lo que cabe, aún por un ratico.
Y cuando se nos fué -pero sólo de cuerpo- sentí al menos la satisfacción de haberle expresado personalmente mi emoción de conocerlo y el respeto que siempre he tenido por su vasta obra. ¡Hasta un autógrafo hay de recuerdo de esa tarde!
Y este gran preámbulo creo que se queda corto para ilustrar lo que sentí tocando “Toma lo que te ofrecí” . Lugar: Aula Magna UCV. Por fin la Estudiantina Universitaria y yo. Pero de ese sueño, de tener anhelos y verlos realizados, escribiré después.